Un estruendo despertó al reo de golpe. Sonó como si miles de piedras cayeran al mismo tiempo contra el suelo. Tras el golpe, se oyeron cientos de pasos, llamadas, agitación… Estaba ocurriendo de verdad, Llama de Palta no había mentido… Estaban asaltando el cuartel secreto.
Otro golpe, y otro más. Las barras de su celda vibraban con cada golpe, y cada uno de ellos era un paso más hacia la libertad. El reo, como tantas otras veces, intentó deshacerse el nudo de la venda que le tapaba los ojos. Y como tantas otras veces, fracasó. Mejor esperar, pensó. ¿Pero cuánto? ¿Y cuántos sobrevivirían al asalto?
Los pasos inundaban el techo de la celda, y con cada sacudida caía un montoncito de polvo contra el suelo. Los gritos de combate y las alarmas se multiplicaron. El acero chillaba fuera con un sonido prolongado. Las flechas surcaban el cielo como pájaros en picado.
Pero de pronto, el silencio.
Pasos en las escalinatas. Era la hora.
-¡Matad a todos los presos! -escuchó-. Nos están ganando, ¡y seguro que han venido hasta aquí por uno de ellos! ¡Matadlos a todos, que no se salgan con la suya!
No parecía muy alentador. Era la voz de un guardia, no de un mercenario. El reo comenzó a sentir miedo… Si al menos pudiera defenderse.
Percibió el sonido de llaves abriendo candados y el grito agudo de un preso dando su última bocanada quejumbrosa antes de morir. Era el fin.
Más pasos en las escaleras. Demasiados esta vez. El silbido de las flechas y el acero cortante inundó el pasillo de las celdas. Los gritos de dolor provenían ahora de los guardias. Los mercenarios lo habían conseguido.
El reo percibió que alguien se acercaba hasta su habitáculo. Para que vieran bin su armadura dorada se puso en pie y echó su capa hacia atrás. Alguien se detuvo frente a sus barrotes.
-Éste es -oyó que decía alguien-. Saquémosle de aquí.
El reo se sintió aliviado y nervioso al mismo tiempo. Escuchar cómo la llave giraba en el candado de su celda era un consuelo, pero, ¿quiénes eran? ¿Los mercenarios, o los guardias del cuartel. Le tomaron por los hombros y con un movimiento veloz y brusco le quitaron de encima la venda de los ojos.